martes, 14 de mayo de 2013

Decálogo del Profesor Jefe


1. Características y rasgos personales 

Independientemente de su cualificación y preparación profesional, el maestro debería acercarse a un perfil personal lejos del cual difícilmente podrá llegar a ser un buen docente, especialmente cuando los educandos van a ser niños. 
Los rasgos y características que considero más importantes en este perfil personal deseado, serían los siguientes, algunos de los cuales, por su relación entre sí los incluyo agrupados: 

 Cordialidad y cercanía 

En primer lugar y si nos planteamos el papel del maestro incluso desde su primer encuentro con los que van a ser sus alumnos, éste ha de ser Cordial, Cercano y lo más Simpático posible. No hay que olvidar que se va a encontrar con niños “expectantes”, algunos hasta ligeramente asustados ante el posible cambio de maestro, del que muchas veces no saben nada, en el nuevo curso que van a comenzar. 
El maestro tiene que conseguir con su trato que los niños no tengan miedo a preguntarle y pedirle consejo cuando sea necesario. Si descontamos las horas de sueño, en algunos casos, el niño va a pasar más tiempo con el maestro que con sus padres, y a veces de forma mucho más intensa y comunicativa. Dejando aparte la relación de enseñanza-aprendizaje que van a tener y a la que haremos alusión cuando tratemos el perfil profesional del maestro, es fundamental “romper el hielo” en la necesaria relación humana que se va a establecer. 

Entereza y autoridad 

Sin desmerecer las anteriores características mencionadas y en necesario equilibrio con ellas, quiero destacar la entereza y más aún la autoridad que ha de saber tener el maestro, por muy dura que suene la palabra. Especialmente, si las contraponemos con la Simpatía, el maestro ha de evitar “pecar” de ésta en exceso, por la facilidad que tienen los niños para “perder los papeles”. 
El respeto que va a ser necesario en la educación global de los niños, tiene que mantenerse siempre como referente por parte del docente, y aunque éste habrá de ser mutuo, será el maestro, especialmente en los primeros cursos, quién tendrá que establecer los límites en el aula; y, para ello tendrá que saber mantenerse firme cuando sea necesario y cuando la distinción de su rol corra peligro, por supuesto, siempre lejos de cualquier signo de violencia. 

Paciencia 

El maestro ha de ser paciente. Una de las bases de la educación actual es que no hay dos niños iguales. Sus ritmos de trabajo, sus comportamientos en clase y todos los factores externos que puedan afectar a su aprendizaje, provocan lógicos desfases en las necesidades temporales de aprendizaje de cada uno. Unos necesitarán más tiempo y otros menos para hacer las tareas y comprender lo visto en clase. Tenemos que ser pacientes por igual, tanto con los que terminan demasiado pronto y requieren algo más, como con los que necesitan más tiempo y que les repitamos de nuevo cualquier explicación. Nuestro apoyo ha de ser firme y constante y nunca tenemos que dar nada por perdido ni mostrarles una falta de confianza hacia ellos. 

Entusiasmo y entrega 

Aun acercándonos mucho a un rasgo profesional, yo hablaría aquí incluso de vocación. El maestro debe mostrar entusiasmo y entrega en su trabajo diario porque su materia de trabajo es lo más sensible del mundo, los niños, acreedores de todo el esfuerzo necesario por su parte. Si un maestro tiene vocación, su profesión le entusiasmará y se entregará al máximo y, como decía hace un momento, la paciencia no será algo que tenga que forzar artificialmente, porque estará cumpliendo una función que le llena. 
Al igual que debería ocurrir, por ejemplo, con los médicos, y aunque por motivos distintos, los maestros no hacen un trabajo rutinario que puedan desarrollar fríamente, sin humanidad y sin pasión, ni siquiera basta con que el entusiasmo se sienta por dentro, porque es algo que tienen que transmitir. Los alumnos, en este caso, deben de ser conscientes en todo momento de que se les está tomando en serio y de que el maestro no está, simplemente, cumpliendo un horario y deseando terminar su “trabajo” para irse pronto a casa. 
Tal vez, de los rasgos comentados hasta ahora, sean estos últimos de los que más carecen muchos maestros en la actualidad. Y ni la sobresaturación y desproporción de alumnos en las aulas, ni la falta de medios en algunos colegios, deberían ser excusa para ello. 

 Humildad 

Antes hablaba de respeto y autoridad, y es evidente que se van a dar momentos donde estos rasgos son muy necesarios, como ya hemos visto. Pero al igual que contraponía dichos rasgos con la simpatía, para mantener un equilibrio correcto, también hay que saber ser humildes cuando sea pertinente. 

La humildad puede ser hasta positiva para mantener el respeto y la autoridad, porque aumentará la confianza de los niños en su maestro como referente en el aula, que también es humano y también se equivoca. 

Son muchas las tareas y exámenes que tendrá que corregir, y por su lógica cualidad humana, en ocasiones se producirán errores que habrá de subsanar con humildad y rapidez. Es un valor muy importante que ha de transmitir a sus alumnos también en su actitud cotidiana ante ellos. “Yo no soy un ser superior a vosotros, y lo que digo no va a misa, sino que soy humano y también me puedo confundir”. 

 Facilidad de comunicación 

El maestro debe tener lo que coloquialmente se llama, “don de palabra”. No hay que olvidar que en el proceso comunicativo que se establecerá cada día en el aula, él desempeñará la mayor parte de las veces el papel de “emisor”. Pero también será a menudo “receptor” y recibirá constantes respuestas que, sobre todo en los primeros cursos de los niños, no siempre estarán claras, a veces incluso serán tremendamente confusas, y él las debe saber interpretar en la medida de lo posible para poderles corregir positivamente. 

Además, no hay que olvidar que sus alumnos no serán sus únicos interlocutores. Se tendrá que comunicar periódicamente con sus padres, tanto colectiva como individualmente, y deberá hacerlo con fluidez y propiedad, porque esa misma seguridad y entusiasmo que debe transmitir a sus alumnos, la debe mostrar, en mayor grado si cabe, cuando se comunique con sus progenitores, que a veces acudirán “a la defensiva”, justificadamente o no, a las reuniones. 

Igualmente, las reuniones y participaciones en los equipos docentes del colegio, donde tendrá que participar activamente, serán otro “campo de batalla” donde tendrá que mostrar una adecuada fluidez verbal. 

 Creatividad y decisión 

Son dos rasgos diferentes, pero he preferido comentarlos juntos, porque de nada le sirve a un maestro ser creativo a la hora de enfrentarse a situaciones de difícil solución o de hacer propuestas didácticas interesantes, si no tiene la capacidad de decisión suficiente como para llevarlas a cabo. 
El maestro se va a encontrar a menudo con situaciones en las que, con los recursos establecidos o habituales, no será capaz de encontrar soluciones rápidas o eficaces. Es aquí donde su creatividad e imaginación va a ser importante para “sacarse de la manga” propuestas de solución viables. Esta creatividad también le resultará muy útil a la hora de hacer planteamientos didácticos novedosos o interesantes, aunque en este caso estaríamos hablando de la aplicación de la creatividad a su perfil profesional. 
Pues bien, tanto en un caso como en otro, así como en situaciones totalmente ajenas a la creatividad, ha de tener suficiente capacidad de decisión para llevar a cabo sus propuestas. Esta capacidad le será igualmente necesaria cuando tenga que solicitar medios o equipos necesarios y disponibles para mejorar su trabajo. 

 Ser abierto y reflexivo 

Al igual que es importante la creatividad cuando las buenas ideas parten de él, no siempre va a ser así, sino que, por el contrario, el maestro va a ser el receptor de ideas creativas, a veces aparentemente disparatadas, pero no por ello y en todos los casos faltas de interés. En estos casos es importante que se muestre abierto y reflexivo para valorar la viabilidad de las ideas propuestas antes de descartarlas de entrada. 
De la misma forma, en su relación directa con sus alumnos, muchas veces recibirá respuestas ambiguas, pero no del todo imprecisas, que tendrá que saber valorar en función del contexto y la situación personal de los niños. Es importante mencionar también que esa actitud, si hace bien su trabajo, también la puede transmitir positivamente a sus alumnos a la hora de que puedan utilizar “sus propias palabras” para responder a cuestiones que se les planteen. 

Lo mismo ocurre con su capacidad de reflexión. No va a tener que imponer conceptos de difícil comprensión a sus alumnos “porque sí”, sino que debería ser lo suficientemente reflexivo como para analizar y plantear las cuestiones paso a paso y de forma lógica, para favorecer un aprendizaje eficaz y duradero. Y debería saber transmitir a un tiempo, con el ejemplo, esa capacidad reflexiva a sus alumnos. 

  
Capacidad de trabajo 

Hay que romper con el tópico de que el trabajo de maestro es una tarea fácil. Nunca debería haberlo sido. Estamos, o deberíamos estar, lejos del maestro que se sentaba o se sienta en la mesa a leer el periódico o, en su versión moderna, a navegar o “naufragar” por Internet  con temas personales o ajenos a su función docente, mientras los niños hacen sus tareas, sin preocuparse de las necesidades individuales de cada uno de ellos. Aún durante las tareas individuales, siempre requieren de nuestra observación y apoyo, y eso no quiere decir que en un momento dado no podamos hacer simultáneamente otras tareas que nuestro trabajo requiere, como el de buscar información o datos para enriquecer una próxima explicación, corregir ejercicios, planificar la siguiente clase, etc. pero, siempre, sin dejar de estar pendientes de la clase. 

Seguridad en sí mismo 

Para terminar, se trata ésta de una característica también necesaria y complementaria a algunas de las anteriores. Para tener capacidad de decisión, el maestro tiene que tener seguridad en sí mismo, si no difícilmente se va a atrever a tomar decisiones complejas. A la hora de tener que ejercer su autoridad y mostrar entereza, esa seguridad en sí mismo también le facilitará las cosas. 

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